De Guanajuato a Madrid, el refugio de un mexicano expulsado por la violencia

El Bajío, Guanajuato, se convirtió en tierra de nadie. La violencia creció como espiral hasta que los pobladores optaron por migrar a otros estados de la República, y en algunos de los casos al extranjero. Brandon Alexis Ramírez Fraire se refugió en Madrid, ciudad que se ha convertido en una opción para latinos desplazados por violencia en sus países.

“Al principio no consideré viajar Estados Unidos porque no tengo una visa, el hecho de ir de indocumentado no me asegura nada. Además, conozco gente del pueblo, mi comunidad, que pagó miles de pesos para que los crucen en la frontera y no lo consiguieron, por eso preferí viajar a España porque el idioma es otra barrera para salir del país”, suelta a bocajarro Brandon.

En entrevista con Pie de página el guanajuatense habla de la violencia que se desató en Tulillo de Abajo, municipio de San José Iturbide, Guanajuato.

“Parece que la inversión extranjera trajo violencia en mi pueblo, con el incremento de empleo empezó extorsión por el cartel de Santa Rosa de Lima”.

En los últimos 10 años, España ha acogido a miles de migrantes desplazados, Venezuela ocupa el primer lugar seguido por Colombia, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Perú. México no está en la lista de expulsores de desplazados, sin embargo, empiezan a llegar a Europa.

España se convirtió por primera vez en su historia en el país con más solicitudes de refugiados de la Unión Europea. Sin embargo, el porcentaje de aceptación es apenas del 5% de las solicitudes.

De acuerdo con la legislación española sobre derecho a asilo y la protección subsidiaria, las personas perseguidas por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual pueden solicitar refugio en España. Siempre y cuando demuestren que su vida está en peligro.

“La violencia se volvió muy complicada para mí por ser homosexual, porque en Guanajuato la homofobia es muy fuerte por la tradición conservadora de la gente, quedarme ahí corría mucho peligro así que le plantee a mí abuela sobre mis planes para salir de México, gracias al apoyo que me brindó ahora estoy en este país”, confiesa el joven pintor.

Para comprar el boleto de viaje a Europa, la abuela de Brandon vendió un terreno. La parte del dinero que le sobró lo ocupó mientras la policía de migración revisaba sus documentos para saber si era candidato a protección internacional. Antes de viajar a España, viajó a Tijuana para recibir la vacuna covid-19.

Una de las pruebas que Brandon presentó a la autoridad migratoria fue la detención de la mamá del líder del Cartel de Santa Rosa de Lima: “Mi pueblo estuvo bajo acoso de El Marro, de 2014 a 2021, pero el día que detuvieron a su mamá, no pudimos salir ni siquiera a la tienda porque fue muy violento, carros encendidos, balaceras por todas partes”.

El primero de marzo, Brandon cumplió seis meses que pidió protección al gobierno español, desde ese día hizo trámite para trabajar: “Llevo 10 días buscando trabajo, encontré muy poco, porque los empleadores tienen miedo que le caiga una multa por emplear a indocumentados, pero mi caso es otro, ya tengo la condición de refugiado. Aquí hay una plaza que se llama plaza Elíptica donde llegan hombres y mujeres de todos los colores a buscar trabajo”.

Ya más en confianza Brandon agrega: “Llegan los afros, moros, latinos a buscar trabajo desde las seis de la mañana. Como a eso de las siete empiezan a llegar empleadores en coche a buscar trabajadores ya sea para pintar casas, jardinería o construcción, sin embargo, les dan prioridad a los afros por ser altos y robustos. Los latinos quedamos como última opción por nuestra estatura”.

El primer trabajo que tuvo el Brandon fue de montador de anaqueles en una fábrica, armó los estoks donde se ponen los productos terminados. Po trabajar 12 horas le pagaron 50 euros: “No siempre podía trabajar porque el gobierno se daba cuenta que la fábrica metía a indocumentados a trabajar y me sacaban. No indocumentado, pero no tengo permiso de trabajo”, cuenta con preocupación.

Mientras esperaba el permiso legal para estar en España empezó a pintar un códice azteca y otras réplicas de pinturas mexicas que hacía por encargo: “Empecé a vender mis pinturas a mexicanos que conocí en las redes sociales. Me puse a pensar qué podría hacer para tener dinero mientras espero el permiso de trabajo, así que volví a dibujar y pintar y lo valoro mucho porque lo aprendí de mi abuela”.

En Tulillo de Abajo, Brandon vivía con su abuela materna, una pintora que imparte taller de pintura a niños de la comunidad los fines de semanas y trabajaba en una parte de su tierra. Aunque el novel pintor nació en Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, él se define como guanajuatense por ser ahí donde creció en las artes plásticas y el campo.

Mientras toma su café para soportar el frío madrileño, Brandon cuenta su paso en los restaurantes: “Trabajé en un restaurante el 1 de enero, solo ese día porque necesitaban trabajadores, porque la mayoría de los empleados descansaron por ser día festivo”.

En Guanajuato, el ahora refugiado trabajó en una fábrica de frenos para autos, una empresa alemana, pero no tenía un contrato, sino en la figura de “outsourcing”, sin prestaciones, y en condiciones laborales precarias.

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