A un títere se le maneja. A un títere se le mangonea. Un títere no tiene personalidad ni voluntad propias. Un títere sirve para representar lo que el titiritero quiere. Claudia Sheinbaum es el títere del presidente. Sin su apoyo, sin los hilos que sostienen su carrera política, no sería nadie, un muñeco inerme en un laboratorio en la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Cuando se desplomó la línea 12 (27 muertos, decenas de heridos graves), ante la incapacidad de Sheinbaum de dar una respuesta adecuada a la crisis, López Obrador le ordenó que toda la comunicación relacionada con la tragedia la llevaría él (que no tenía vela en el entierro porque el Metro no es un transporte federal). Claudia no chistó, bajó la cabeza y obedeció.
Debido a la negligencia de Sheinbaum en el mantenimiento del Sistema de Transporte Colectivo, el Metro comenzó a presentar fallas casi a diario hasta que finalmente chocó y provocó un muerto y centenares de heridos. Ante la torpeza de la respuesta de la jefa de Gobierno, López Obrador inventó un complot (sabotaje le llamó) e ilegalmente envió a seis mil elementos de la Guardia Nacional para vigilar el Metro. ¿Qué hizo Sheinbaum? Repetir fielmente el cuento del sabotaje y soportar la ilegal presencia del Ejército vigilando los andenes.
Ese es el estilo personal de gobernar de Claudia Sheinbaum: obedecer, supeditarse hasta la humillación, repetir las palabras del líder sin cambiarle ni una coma, seguir sus lineamientos. Ser títere del presidente.
Tratar de encontrarle virtudes es casi tan difícil como rescatar los cadáveres de los mineros de Pasta de Conchos y de El Pinabete, a lo que se comprometió el presidente y no cumplió.
En estos tiempos de emergencia del poder femenino, evidenciado en las multitudinarias marchas de mujeres en todo el país, ¿es aceptable una figura femenina como la de Sheinbaum, que se pliega a los caprichos del macho alfa de Palacio, que repite como loro sus palabras, que se deja humillar por él? ¿Qué clase de feminismo representa Sheimbaum, el feminismo de la supeditación, de la obediencia?
Es muy probable que Claudia Sheinbaum no haya ganado la encuesta que organizó Morena para designar al candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Ricardo Monreal se rebeló, habló de una encuesta fraudulenta, de que fue una imposición de la nomenclatura (para evitar decir que López Obrador la había impuesto). Mediante el fraude en su partido, López Obrador la impuso como candidata. Esas son las credenciales democráticas de Sheinbaum.
En 2006, para seguirle la corriente a López Obrador con su infundio de que le hicieron fraude, Sheinbaum y Fernández Noroña llevaron a la casa de campaña de Calderón un centenar de cajas que supuestamente contenían las pruebas del fraude. Las cajas estaban vacías (hay video en YouTube). Engaño, fraude, sumisión a las narrativas fantasiosas de López Obrador. Estas también son las credenciales democráticas de Claudia Sheinbaum.
¿Qué ofrece Sheinbaum como candidata? Sólo una cosa: continuar lo que su líder dicte. Su propuesta: obedecer lo que el presidente desde su rancho le diga. La gente dirá, señalando el Palacio Nacional: ahí vive la presidenta, pero él que manda está, literalmente, en La Chingada.
Plutarco Elías Calles impuso a Pascual Ortiz Rubio como presidente. Éste no soportó las imposiciones del jefe máximo y renunció a la presidencia. Lázaro Cárdenas envió al exilio a Calles porque no soportó que interfiriera en su gobierno. Echeverría designó a su gran amigo López Portillo como candidato del PRI en 1976. Ganó sin contendientes. Echeverría no dejaba de dar instrucciones a los miembros del gabinete de López Portillo. Harto de la situación, López Portillo envió a Echeverría como embajador de las islas Fidji, es decir, al fin del mundo. Salinas intentó dejar en el poder a Colosio, su delfín; pero lo mataron y tuvo que recurrir a Ernesto Zedillo. Para cortar con el peso del expresidente, Zedillo encarceló a Raúl Salinas y Carlos tuvo que irse a Irlanda, con quien México no tenía tratado de extradición. Ortiz Rubio, Cárdenas, López Portillo y Zedillo son ejemplos de presidentes que han roto con sus predecesores. ¿Podría esperarse algo así de Sheinbaum? No me lo parece: ha hecho del servilismo su mayor carta política.
¿Ha llegado el momento en que México tenga una mujer en la Presidencia? Por supuesto que sí. Hay muchas mujeres valiosas que harían un gran papel. No Claudia Sheinbaum. No necesitamos una mujer títere en la Presidencia. No queremos más de lo mismo, porque no ha funcionado: 800 mil muertos por Covid, 200 mil desaparecidos, 140 mil asesinados por la violencia sin control. El sistema de salud y la educación, por los suelos. Sin el TMEC y las remesas estaríamos quebrados. ¿Este desastre merece continuidad? Claudia quiere continuar “para seguir ayudando a los más necesitados”. Pero esto es mentira. Hoy hay cinco millones más de pobres que cuando López Obrador asumió la Presidencia.
México necesita una mujer en la Presidencia, no un títere manipulado por su líder.